Tribuna para AseBio, por María Segura y José Antonio del Campo, Directora Técnica y Director de I+D+i de AlgaEnergy, respectivamente.
Es una realidad indiscutida que la sociedad global se enfrenta, en la actualidad, a grandes retos, para los que diferentes sectores, entre ellos el biotecnológico, buscan de forma intensiva soluciones, tanto a corto como a largo plazo. Alimentar a una población mundial que crece a un ritmo nunca antes visto, la degradación y desaparición de los suelos fértiles como consecuencia del cambio climático y el aseguramiento de las fuentes energéticas, en cantidad suficiente y precio competitivo, se posicionan como los principales desafíos a los que dar respuesta.
El sector biotecnológico se ha posicionado en los últimos años como una herramienta necesaria para dar respuesta a todos ellos y, en concreto, un campo de esa ciencia, el de las microalgas, está desatacando como generador de soluciones innovadoras, eficaces y sostenibles. Un campo del conocimiento en el que nuestro país es un referente a nivel mundial y en el que una empresa, AlgaEnergy, se ha convertido en el vehículo para poner en valor todo el ingente conocimiento generado por las universidades españolas en las últimas 5 décadas. No en vano, la empresa tiene como Director Científico al Profesor Miguel García Guerrero, Doctor en Biología, Catedrático de universidad, Miembro de la Real Academia de las Ciencias (Sevilla), que tuvo la responsabilidad de vicepresidir el CSIC y Dirigir el Instituto de Bioquímica Vegetal y Fotosíntesis, habiéndose a creditado como uno de los pocos expertos en microalgas reconocidos internacionalmente.
Microalgas: una materia prima única
Las microalgas son una materia única de altísima calidad con un inmenso potencial de aplicación que, a través de la fotosíntesis, nos proporcionan el oxígeno que necesitamos para respirar. Gracias a su rica composición bioquímica y a las propiedades que poseen, estos microorganismos constituyen una materia prima de gran calidad y valor estratégico, a partir de la cual se pueden desarrollar muchos productos beneficiosos para el hombre, con aplicación en diversos sectores socioeconómicos.
Actualmente se valorizan en el de la agricultura, la nutrición, la cosmética y la acuicultura, y ya se investiga su inmenso potencial para ser utilizadas en el sector farmacia, en la obtención de biomateriales e incluso, a más largo plazo, en el sector energético –como precursores de los biocombustibles de 4ª generación-, entre otras aplicaciones. No cabe duda, por tanto, que son una materia prima con un relevante potencial para dar respuesta a los grandes retos a los que se enfrenta nuestra sociedad.
Cultivo de microalgas, valorizando un GEI como el CO2
La mayoría de las microalgas son fotoautótrofas, es decir, sólo utilizan la energía de la luz solar, el CO2 y el agua para producir compuestos orgánicos mediante la fotosíntesis oxigénica. La fijación de CO2 por microalgas es una opción de gran interés. Estos microorganismos desarrollan una eficiencia fotosintética 10 veces superior a la de las plantas terrestres y además presentan altas tasas de crecimiento y tolerancia a ambientes extremos. Mediante el cultivo industrial de estos microorganismos valorizamos un gas de efecto invernadero, como es el CO2, antes de que sea emitido a la atmósfera, transformándolo en eficientes y saludables soluciones para el hombre, cumpliendo así un modelo de economía circular y sostenible. Esta actividad retira aproximadamente 1,9 Kg de CO2 atmosférico por cada Kg de biomasa producido. Su aplicación a los cultivos multiplica la captura de ese CO2 atmosférico, retirando toneladas del mismo por hectárea, que aprovecha el cultivo para mejorar su producción.
El cultivo de microalgas es, por tanto, una actividad particularmente sostenible. Sumado a que su fuente principal de energía es la luz del sol y que además no necesita emplazarse en terrenos que pueden tener otros aprovechamientos -el agrícola, por ejemplo-, hacen que estemos hablando de una industria a la que los inversores y las administraciones públicas están cada vez dando mayor valor y atención. A las ya citadas peculiaridades, incluida su amable comportamiento con el medioambiente, se suma que el cultivo autotrófico de microalgas resulta en un aporte de oxígeno a la atmósfera.
Aunque la mayoría de las microalgas puede crecer y desarrollarse en un entorno que no requiere un aporte extra de CO2, se obtienen mayores tasas de crecimiento y de producción de biomasa cuando se incrementa la concentración de CO2 en los cultivos. Este aporte extra de CO2 puede tener diferente origen. Determinadas actividades industriales tienen como producto de desecho gases con un alto porcentaje de CO2. Existen tecnologías que permiten filtrar dichos gases para obtener un alto grado de pureza de CO2. Canalizando este gas hacia dispositivos específicos para el cultivo de microalgas, llamados fotobiorreactores, se permite el uso de lo que inicialmente era un desecho de otras industrias, que se convierte en biomasa de microalgas, para su uso, como se ha señalado, en diferentes aplicaciones que son clave para el hombre y el desarrollo sostenible del planeta.
Por todo ello, AlgaEnergy, que desde su fundación en 2007 ha llevado a cabo una importante labor de investigación y el desarrollo industrial del cultivo de microalgas, con base en el cultivo intensivo, sostenible y controlado, es sin duda un claro ejemplo de modelo de negocio circular y sostenible.
Artículo publicado por AseBio.